EL CIELO Y EL INFIERNO

        
Un viejo sabio llegó a un viejo país, cuyos habitantes tenían todos una característica común... Era gente famélica con aspecto triste,  extremadamente delgados y pálidos.
Para comer se sentaban, unos enfrente de otros, alrededor de la mesa, llena de ricos y sabrososo alimentos. Tenían que comer con largos palillos a modo de remos, y por más que estiraban sus brazos no conseguían meter el alimnento en  la boca...  De ahí sus  cadavéricos aspectos.
Impresionado el viejo sabio por esta escena, que se repetía una y otra vez, y ante la desesperación ya aceptada de sus habitantes, salió del país que parecía el infierno.

Llegó después a otro país, cuyos habitantes a la hora de comer se sentaban también unos enfrente de otros, alrededor de una mesa, llena de ricos y suculentos platos, e igualmente tenían que comer con los mismos palillos, largos,  a modo de remos;  sin embargo la gente de este país tenía muy buen aspecto, parecían muy alegres, lucían caras risueñas, saludables y sonrosadas...
Y es que aquí cada cual se preocupaba de alimentar, con los largos palillos a modo de remos,  al que tenía enfrente...




Cuenta una leyenda china que el infierno no es otra cosa que el egoismo y  no preocuparse por los demás...
    




                                          (De la mano del Cuento, en silencio te seguiré...)

EL VIEJO CÁNTARO

                                    

Había una vez una campesina que cada día tenía que caminar un largo recorrido para llenar sus cántaros de agua. Así que, cada mañana colocaba una tabla de madera sobre sus hombros, y en cada uno de sus extremos colgaba sus cántaros. Uno, era nuevo...  y el otro, ya usado y viejo, pero al que guardaba especial cariño. Y así  iniciaba su camino con alegría en el cuerpo y una  sonrisa en el alma.

              Tardaba aproximadamente una hora en llegar al manantial, y una vez allí,  se sentaba un rato a descansar, y después llenaba sus dos cántaros de agua para empezar su camino de vuelta a casa.

          Aunque los dos cántaros eran parecidos había una gran diferencia entre ellos. Uno era recién comprado y estaba en perfecto estado, pues mantenía el  agua intacta  todo el trayecto. El otro era viejo, y debido al tiempo iba perdiendo agua por uno de sus costados, tanto que al llegar al pueblo,  el cántaro casi estaba vacío.

            El viejo cántaro cada día se sentía  más triste, decadente y decrépito,  porque no podía desempeñar bien su trabajo, y  no entendía por qué su dueña no se deshacía de él, o lo reemplazaba ya por otro...

           -Quizá esté esperando a que me rompa totalmente para deshacerse de mí o  para cambiarme por uno más nuevo-  pensaba el viejo cántaro...

        Un día, y aprovechando que la mujer lo tenía abrazado para llenarlo de agua, se dirigió  a ella y le dijo:

           - Me siento culpable porque te hago perder tiempo y esfuerzo. Te pido por favor que me abandones, y compres otro nuevo, pues ya ves que yo ya soy incapaz de servirte como debiera...

¿Qué? contestó la mujer, - no  entiendo por qué quieres que me deshaga de ti, ni por qué dices que no me sirves para nada...

- ¿Acaso no te has dado cuenta de que estoy viejo y roto,  y que voy perdiendo la mitad del agua por el camino de vuelta?-  le preguntó el cántaro... 

- ¿Acaso no te has dado cuenta a qué lado del camino crecen las flores? le contestó la mujer...

                                                                        

                                                            (  De la mano del Cuento... en silencio te seguiré. )                       

"Dos Semillas"

Había una vez dos gallos que paseaban por su corral, cuando se encontraron dos semillas...
Uno era "Cresta Dorada" y otro "Cresta Roja".
Cresta Dorada dijo: -Yo ya he comido y no quiero más- Así que cogió la semilla con su pico y la escondió en una linda cajita vacía...
Cresta Roja en cambio, hizo un hoyito al lado de la tapia, poniendo allí su semilla, y apenas tapó el hoyito con tierra, empezó  a llover.
Cresta Dorada comenzó  a reirse de su compañero de corral diciéndole: - Se mojará tu semilla... ¡Mira cómo la has escondido!  ¡Da risa!-
Cresta Roja quiso responderle,  pero prefirió callar.
Pasó el verano, llegó el otoño, crecieron los dos gallitos, convirtiéndose en hermosos gallos.
Cresta Dorada decidió abrir su cajita para comer su semilla. -Lástima que sólo era una la que guardé, no me llenará- 
Cresta Roja sonrió y dijo: - Yo también iré a comer - Y se acercó a la tapia donde había enterrado la semillita.
Allí había crecido un gran girasol, y en lugar de una, tenía muchas semillitas... -¡Venid!... Gritó Cresta Roja... E invitó a gallinas, pollos y pollitos del corral. Convidó a todos a semillas, hubo para todos,  e incluso sobraron...


                            

                                       (  De la mano del Cuento... en silencio te seguiré. )