El menor de los hermanos llamaba la atención no sólo por su físico, si no por su personalidad dócil, era muy trabajador, prudente, respetuoso.... el mayor nunca tenía suficiente, poseía una personalidad muy diferente; se hacía notar por otras actitudes muy distintas, opuestas, más aún por la necesidad que sentía de llamar la atención en mayor medida que su hermano menor.
El menor hablaba con frecuencia a su madre sobre sus sentimientos en los constantes enfrentamientos habidos con su hermano mayor, y resultaba difícil para todos solucionar el problema, que en ocasiones llegaba a afectar a toda la familia.
Llegado el día de cumpleaños del hermano menor, su madre le regaló un cántaro de agua elaborado por ella misma con barro y arcilla, diciéndole que lo llenara de agua y bebiera de él cada vez que tuviera una disputa con su hermano, y que no tragara el agua hasta que ésta hubiera terminado.
Así lo hizo, y lo siguió haciendo.... Al poco tiempo éste se acercó a su madre a darle las gracias por el sabio consejo, pues fue un eficaz remedio contra los enfrentamientos con su hermano.
Total, que lo que dice el dicho popular de dos no riñen si uno no quiere es tan real como la vida misma...
ResponderEliminar¡¡¡¡¡ Pero a veces es tan difícil callar cuando te están machacando!!!!!!
Sabio consejo....!!!!
ResponderEliminarDe vez en cuando hay que enseñar los dientes... Brrrrrrrrrrr!!!!!! En cualquir caso, pobre Abel!que es el que salió perdiendo...
ResponderEliminarMe encantó el cuento de Caín y Abel...abrazos
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